CAPÍTULO
I
La Ninfómana tenía cualidades estéticas por demás, su belleza era exponencial, su decencia, educación y honestidad incuestionable, era de familia distinguida sin ser de clase alta, tenía todos los atributos éticos, morales y espirituales, lo que la hacía tener aceptación en los círculos sociales de Tierra Hermosa, su sencillez era garante de acceso a cualquier celebración social que se realizará en aquella población de relieve abrupto, asentada a orillas de un afluente y rodeada por varios espejos de agua, donde los pescadores sacaban enormes “serpientes” mientras realizaban sus faenas

CAPÍTULO
II
Al comienzo, cuando nadie la conocía, hacía presencia en todas las actividades sociales de Tierra Hermosa, en sus corregimientos y en los municipios aledaños, asistía casi que de manera inmancable a los sepelios y cargaba los muertos, iba a los velorios y refería cuentos, cuando había calamidad familiar o comunitaria llegaba primero que los organismos de socorro, se solidarizaba con las víctimas y hacía donaciones según sus capacidades económicas y recolectaba recursos dinerarios con algunas personas generosas, lo que cada día la hacía la mujer más queridas por las clases sociales desfavorecidas

CAPÍTULO
III
Dicen quienes la conocieron desde niña que le gustaba montar burro, cicla, mototaxi, saludaba a todo el mundo y cuando fue mayor parrandeaba con las clases populares en la plaza pública y tomaban licores de baja pela, cuentan otros que la veían realizar campañas de recolección de basura, pues mostraba ser una señorita muy afín con la ecología, se molestaba por todos los comportamientos sociales que atentaban contra la preservación del medio ambiente, era una ambientalista natural e incluso trabajaba a favor del equilibrio ecológico contra vientos y mareas

CAPÍTULO
IV
No se sabe por qué aquella joven esplendorosa de un momento a otro comenzó a comerciar con sus atributos estéticos y lo peor cuando adquirió poder, producto de las negociaciones que hacía con su cuerpo y con el de algunas niñas que eran fácil de manejar por ella, se fue tornando fea, indecente y soberbia, y, regularmente, no le contestaba el teléfono a nadie, y menos si no estaba registrado en su celular de última tecnología, su lujoso carro permanecía con vidrios polarizados y completamente cerrados, para evitar el saludo caluroso de las clases vulnerables de Tierra Hermosa

CAPÍTULO
V
La Ninfómana, como la llamaban, tenía un grupo de jóvenes muy apuestas que le servían y a la vez las negociaba con hombres adinerados, a esas jovencitas le exigía el 10 por ciento de sus ganancias y algunas veces más, dependiendo de las circunstancias, por lo que en una ocasión fue denunciada por Phidco, una joven muy atractiva que llegó a Tierra Hermosa, quien le quiso montar competencia, por tal razón se efectuaron reuniones a ocultas en altas horas de la noche para tomar medidas en contra de aquella advenediza que pretendía mellar sus intereses

CAPÍTULO
VI
Un día una amiga de infancia llegó a decirle que abandonara esas prácticas vergonzosas, que ella tenía recursos para vivir una vida tranquila, le decía, eres de una familia muy humilde pero con dignidad, a lo que La Ninfómana respondió, con una risotada burlona: “Jajaja, mi mamá no me la puso de lujo y el refrán dice ayúdate que yo te ayudaré jajajajaja” y continuaba en tono burlesco: “la dignidad no se come, si uno tiene el billullo, se tiene dignidad y se vive a cuerpo de rey”, al instante un trueno ripió la tranquilidad del medio día, enseguida se escuchó una voz decir, ave María purísima

CAPÍTULO
VII
Cuando aquella hermosa mujer cayó en los más profundos abismos del descaro le ponía cita a sus pretendientes, a sus servidoras y les jugaba conejo, ordenada a sus cómplices que dijeran que había viajado a las capitales a realizar actividades en pro de la comunidad, o en su defecto, que se encontraba en la zona agraria realizando actividades de trascendencia, ella, cuando no tenía reconocimiento municipal, departamental, ni nacional era seria en todos los sentidos, pero cuando se percató que lo tenía todo a su favor, se volvió embustera, chismosa, charlatana y embrollista

CAPÍTULO
VIII
Cuando llegó a la vejez, cayó en tal grado de desprestigio, que nadie le tenía aprecio, ni le querían saludar, por sus abusos de poder e irresponsabilidad, perdió el respaldo social y la popularidad, por lo que un día un grupo de personas decidió encerrarla en un cuartucho de mala muerte, maloliente, donde habían otras personas incluidas por causas distintas, desde ese inframundo gritaba: “hijueperras, tanto que les ayudé y vean el pago que me dan”, en ese momento un fuerte remolino pegó en el rancho donde estaba, le quitó el techo y se lo llevó a donde el diablo dejó el guayuco

CAPÍTULO
IX
Después que pasó aquel viento agresivo, La Ninfómana mandó a llamar a PHIdco, aquella joven que había escollado en el mundo del malabarismo con los hombres y le pidió que le ayudara, que sus desmanes cuando fue bella y tenía dominio la hicieron contraer compromisos, también hizo cosas anormales, que hoy la tenían al borde del suicidio, esto decía frente a Phidco con lágrimas en los ojos: “el día menos pensado me mato, así sea con un revolver de bollo e yuca, cuando veas la golerá, es que a este pecho se lo comió el gusano”, afirmaba con el rostro oculto entre sus manos manchadas

CAPÍTULO

X

Un día amaneció con un labio hinchado, y dijo: “eso debe ser de tanto joder, pero no te puedes quejar, bastante que gozaste en aquellos tiempos, es el único consuelo que te queda pendejona” y se miraba, dio unos golpes a la reja de aquel reclusorio, y gritó: “maldita sea la gente desagradecida, después que los ayudé, miren como me pagan hijuemadres, mal fin del mundo deben tener” su voz desvanecida, en sus mejillas se movilizaba un chorro de lágrimas, hizo un gesto de dolor, colocó una mano en la pierna, la otra en el vacío y cayó en el colchón sucio que estaba tirado en el piso

CAPÍTULO

XI

En su recinto recordaba cuando estaba de moda, andaba con un sinnúmero de personas detrás quienes le servían y les llevaban sus chócoros de uso personal, por todos lados la invitaban a comer, no le alcanzaba el tiempo para atender las invitaciones que le hacían, pero cuando recordaba aquellos tiempos en que perdió sus bienes, sus ojos se anegaban de lágrimas, la voz se le perdía, su rostro con algunas arrugas se tornaba demacrado, pero sobre todo evidenciaba un cansancio infinito, esa tristeza facial contagiaba a todo aquel que circulaba por ese lugar sombrío, apestoso, donde a duras penas llegaban los “comejenes, perros, burros, sapos, ratas y otros mamíferos”

CAPÍTULO

XII

Sola en aquel lugar donde se filtraba el humo producto de las quema de basura que hacía a diario la gente sin conciencia, lloraba y pensaba en los tantos pájaros que ella enjaulaba, en las fiestas de corraleja a las que le invirtió tanta plata que pudo ser destinada a la construcción de escuelas, canchas deportivas, ahora que estaba en ese lugar inhóspito, sucio, le martirizaba recordar el menosprecio que en sus buenos tiempos le hacía a los arreboles multicolores, a las figuras que se formaban en la tierra producto de la erosión, esos recuerdos le torturaban y le sacaban llantos a menudo

CAPÍTULO

XIII

No era posible que La Ninfómana se resignara a aceptar su nuevo modo de vida, por eso maldecía a todos los que fueron sus amigos cuando estaba en las buenas, y un día de arrebatos siquiátrico comenzó a maldecir a Dhios, a renunciar de él, a decir: “ bastante ayuda di a las iglesias católicas y evangélicas y hoy ni oraciones, ni un rezos, malditas sean”, en pocos días un médico le diagnosticó cáncer y le informó que muy pronto moriría, 3 días después falleció en una soledad insoportable, no tuvo a quien confesar su última voluntad, de allí, fue llevada en una bolsa vieja y rota a donde una prima, la única que aceptó su cadáver en su casa destartalada

CAPÍTULO

XIV

Nadie llegó a curiosear el cadáver de la persona que habían metido en aquella casa de paredes remendadas con cartón de distintas naturaleza, el techo estaba construido con retazos de láminas de zinc y otros materiales viejos por donde se filtraba el agua sin mayores esfuerzos cuando caía cualquier chaparrón, la difunta permanecía envuelta como un bollo e yuca, en una bolsa con manchas rojas, verdes, amarillas, azules fucsia y otras, allí estuvo hasta que unos forasteros colaboraron para comprar un ataúd parecido a los que ella regalaba cuando morían los pobres de Tierra Hermosa, eran unos cajones que daban asco mirarlos

CAPÍTULO

XV

Cuentan en Tierra Hermosa, que la noche de la muerte de La Ninfómana, un huracán tumbó el árbol centenario que estaba muy cerca de su casa, aplastó el portón del patio y mató 3 perras que estaban debajo de un comedero de ganado, el viento se dirigió a la casa del velorio, entró por la puerta trasera y la arrancó de tajo, tumbó el espejo que estaba envuelto con un trapo negro, partió la pita roja que amarraba la mata de sábila, llegó a la sala donde estaba el cajón, le voló la tapa y dejó descubierto el cuerpo cuasi putrefacto de aquella mujer que por cosas del destino, le tocó morir como un perro después de haber amasado tanta riqueza con sus carnes apetitosas

CAPÍTULO

XVI

El viento hizo un remolino donde estaba el velorio, partió la cruz en siete pedazos, apagó las velas, tumbó el vaso de agua, sacó por la ventana maltrecha la corona y se la ensartó en el pescuezo al echador de chiste más viejo del pueblo, a quien le decían Mentirita, hubo un silencio ensordecedor y enseguida una brisa fría con un olor extraño, entró por la puerta principal, congeló los parpados de los asistentes y dejó sin voz a la rezandera, mientras el búho interpretaba una canción nefasta en el palo de coca que estaba en el patio, afuera el cielo sin una nube mostraban aquel conjunto de estrellas, entre tanto la gente temblaba de pavor

CAPÍTULO

XVII

El día que la iban a sepultar un montón de mariposas negras volaba en círculos alrededor del cajón, era el único cortejo fúnebre que la acompañaría al campo santo, sólo se hizo una noche de velorio, inconcluso, porque aquel acontecimiento lúgubre espantó a la gente, quienes no volvieron a pasar por aquella calle sin un árbol, sin gramíneas en sus laderas, sin una planta de jardín para distraer los ojos, sólo huecos y basuras por donde a duras penas podían pasar los peatones, “burros, puercos y zorras, perros” en esa calle ancha llena de repelones donde a duras penas los “puercas” más hociconas llegaban a “cagar”

CAPÍTULO

XVIII

A los pocos días de enterrada, la tumba comenzó a agrietarse, dicen los pocos que pasan cerca que escuchan un gemido desgarrador, lastimero, como cuando alguien está en los estertores de la muerte, la bóveda donde yacía el cuerpo de La Ninfómana nunca tuvo floreros, coronas, vaso de agua, ni siquiera una imagen de Cristo que le permitiera el perdón a aquella santa diabla, depredadora de las buenas costumbres, de los bienes morales de la colectividad, de la cultura del arte, sólo unos cuantas “ratas” de color amarillo, verde, azul, rojo, negro fucsia…llegaban de vez en cuando, hablaban en susurro y se marchaban sin hacer oraciones, sin dejar nada en aquel lugar miserable

CAPÍTULO

XIX

Un día gris, desde muy temprano, en los alrededores del cementerio se vio volar una mancha de “buitres“, se esparció por Tierra Hermosa un olor a mortecina, de inmediato los más chismosos saltaron la paredilla del Campo Santo, encontraron la bóveda vacía donde estaba sepultado el cuerpo de La Ninfómana, por la noche unas carcajadas sarcásticas recorría las calles, dicen algunos que se asomaban por las rendijas de la puerta que veían a una mujer desnuda mostrando la “panocha”, y a la vez decía con cierta complacencia: “se dan cuenta que tengo poder, la tengo viva, vivita y “coliando”, ja ja ja

CAPÍTULO

XX

Aquellas provocaciones le sacaron la piedra a los moradores de Tierra Hermosa, quienes citaron a una minga urgente para ponerse de acuerdo en la toma de decisión, para acabar aquella mujer que tanto daño había hecho a la comunidad con sus prácticas malévolas, así fue, todos los habitantes se armaron con perreros hechos con picha de toro, comenzaron a tomar tragos tapa e tuza y cuando estaban peaos buscaron a La Ninfómana en sus arrecholaderos, le dieron perrerazos hasta dejarla sin vida, de su cuerpo despedazado, en vez de salir sangre, salía, el signo peso, entonces los verdugos le gritaban en tono burlesco, ahora sí te acabaste princesa del cuerpo modificado

CAPÍTULO

XXI

Como por arte de birlibirloque, en el instante fue cambiando el aspecto de Tierra Hermosa, comenzaron las lluvias, los árboles de cañahuates permanecían con flores al viento, las plantas ornamentales perpetuaban su florescencia, el clima mejoró sustancialmente, las calles amanecían pavimentadas, las instituciones educativas sin los problemas de siempre, se acabaron las interrupciones eléctricas, alcantarillado y acueducto funcionaban a perfección, desaparecieron los tugurios, se acabaron los rateros de peroles, la gente no tiraba inservibles a la calle, ni quemaba residuos sólidos en las mismas, los puercos, burros, gallinas, vacas y caballos, no deyectaban en las plazas, calles y callejones, puesto que éstas, tenían inodoros

CAPÍTULO

XXII

Con la desaparición absoluta de La Ninfómana, un aire de paz colectiva comenzó a esparcirse en toda la geografía de Pueblo Hermoso, los cantos de pájaros ausentes por la acritud causada por ese nefasto personaje, volvieron a escucharse como himnos de esperanza y de amor pleno, la diversidad paisajística se quedó para siempre en el entorno, un clima mediterráneo por demás acariciaba la piel de aquel territorio libre del hálito mefistofélico de la dama mala, horizontes en primavera pululaban a granel, arreboles y círculos de mariposas y libélulas en simbiosis izaban la bandera pluricolor en cada amanecer, todas las alimañas fueron marchando, “comejenes, ratas, zorras, perros, burros, arañas, culebras, avispas y sapos”…